El origen del conflicto –que recuerda los peores días de la Guerra Fría– está en la pretensión de Kiev, ampliamente apoyada por la ciudadanía ucraniana, de incorporarse a la OTAN, algo que Moscú considera inaceptable.
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El despliegue de tropas de Rusia en la frontera con Ucrania y la movilización de soldados estadunidenses en el este europeo tienen crispado al continente. El origen del conflicto –que recuerda los peores días de la Guerra Fría– está en la pretensión de Kiev, ampliamente apoyada por la ciudadanía ucraniana, de incorporarse a la OTAN, algo que Moscú considera inaceptable. Y al margen de todo, la Unión Europea guarda prudente distancia… pues muchos de sus integrantes se surten de gas ruso.
ROMA (Proceso).- Unos 100 mil soldados rusos desplegados en la frontera con Ucrania y 8 mil 500 militares estadunidenses puestos en alerta por Washington en el este de Europa, han sido en los días recientes el signo del desenterramiento del hacha de guerra.
Washington alimentó la idea de una agresión inminente de Moscú contra Ucrania y evacuó de Kiev a su personal no esencial. El Reino Unido, Canadá y Australia siguieron los pasos estadunidenses, mientras que la Unión Europea (UE) y varios países miembros de ésta optaron por otro camino: mantuvieron abierta la vía del diálogo con Rusia y rebajaron el peligro de un potencial ataque. China primero se mantuvo al margen, aunque luego pidió “calma y contención” y que se respeten las preocupaciones de Moscú.
El principal problema entre Washington y Moscú es la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Rusia no quiere que Ucrania y Georgia se sumen a la alianza militar ni que haya bases o actividades de esa organización cerca de sus fronteras.
Y aunque Estados Unidos insiste en que el asunto no se resolvería en breve, no lo ha descartado; ni tampoco lo ha hecho la OTAN, que rechazó suscribir un documento que limite su capacidad de acción en la zona.
Las razones que ha alegado Moscú para defender su posición son variadas: van desde el vínculo histórico que mantiene con Kiev (Rusia, Bielorrusia y Ucrania formaron parte del Rus de Kiev durante la Edad Media y Ucrania fue “el granero” de la Unión Soviética) a cuestiones más prácticas, como el peligro que Moscú advierte por la avanzada de Washington en un país que considera una especie de zona intermedia.
Según los detractores del presidente ruso, Vladimir Putin, el asunto se mezcla con su visión nacionalista e imperialista: la idea de que Ucrania sigue siendo una “pequeña Rusia” o “Rusia menor” y no se acepta que el 24 de agosto de 1991, 90% de los diputados de la Rada ucraniana (el Parlamento) votaron por la independencia y la separación de Rusia.
Por su parte el Reino Unido llegó incluso a acusar a Moscú de querer cambiar el actual gobierno de Ucrania por uno prorruso, lo que ha puesto en evidencia también las divisiones geopolíticas del actual tablero internacional.
Este texto es un adelanto del reportaje publicado en el número 2361 de la edición impresa de Proceso