Arturo Reyes Isidoro
¡Aleluya! El martes, el presidente Andrés Manuel López Obrador recibió en el Palacio Nacional al gobernador Cuitláhuac García Jiménez en audiencia especial.
Pocas veces ha recibido esa distinción, al menos que se sepa públicamente. Es cierto que se le ha visto en la hoy casa presidencial en otras ocasiones, pero para asistir a actos públicos.
Durante el priismo, que el presidente en turno recibiera al gobernador de Veracruz en audiencia especial en Los Pinos, entonces la sede presidencial, se tomaba como un signo de fortaleza. “Está en el ánimo”, celebraban los tricolores.
¿Cuitláhuac está en el ánimo presidencial? Es más que evidente. Nunca antes, que se tenga noticia, un gobernador de Veracruz fue objeto de tanto apapacho y respaldo público como lo ha sido el hijo del profesor Atanasio.
En territorio estatal, en múltiples ocasiones, AMLO lo ha exaltado, lo mismo que en sus conferencias mañaneras en el Palacio Nacional ha salido a darle su apoyo cuando ha estado en el ojo del huracán por temas polémicos que se han desatado.
¿Está fuerte, pero débil?
Pero (han de decir que siempre salgo con un pero, pero que le hago) ese mismo signo de fortaleza política muchos lo toman, ¡ay!, como un signo de debilidad, pues afirman que solo se sostiene en el cargo porque lo apuntala el Tlatoani para que no se venga abajo.
López Obrador ha dado muestras de que le tiene afecto, quizá agradecimiento porque lo ha venido acompañando en su lucha, ha dicho que lo considera un buen muchacho, aunque no se puede descartar que muchas veces se moleste con él por lo que hace mal o porque deje de hacer, o porque permita que algún colaborador abuse de su cargo.
Peña Nieto apapachó y respaldó a Duarte
Esta actitud, ¿de debilidad?, le pasa a los gobernantes. Enrique Peña Nieto le tuvo especial consideración a Javier Duarte porque siendo gobernadores ambos, uno del Estado de México y el otro de Veracruz, el gordo se adelantó a todos y lo destapó como candidato presidencial.
Esa consideración se transformó en agradecimiento cuando, según la voz pública política, el veracruzano le dio 2 mil millones de pesos para su campaña y luego, repartiendo dinero a manos llenas, ganó elecciones locales en forma abrumadora y fortaleció en el estado al peñismo tricolor.
Como AMLO hoy a Cuitláhuac, Peña Nieto le dio un gran respaldo a Duarte cuando, siendo ya un verdadero desastre el manejo de las finanzas del estado y yéndose a pique Veracruz, Miguel Ángel Osorio Chong, entonces secretario de Gobernación; Luis Videgaray, en aquel tiempo secretario de Hacienda; y Manlio Fabio Beltrones, en aquel momento dirigente nacional del PRI, vieron venir la derrota del PRI y coincidieron en que había que sacar a Javier cuanto antes de la gubernatura para tratar de retener el poder.
Tuve testimonios de que en las reuniones que tenían en la casa de Videgaray, cuando la situación era ya muy crítica en Veracruz y el mismo secretario de Hacienda decía que no veía cómo se podía corregir el desastre financiero, acordaron que tenían que decirle al presidente que era necesario y urgente sacar a Duarte, pero ninguno de los tres se atrevía a írselo a decir al mexiquense, hasta que decidieron y convencieron a Osorio Chong de que fuera él.
Peña Nieto se opuso e insistió en que no, y uno de sus argumentos que les dio es que sabía cómo ganar elecciones (prácticamente comprándolas, derrochando dinero, como están haciendo ahora en el cuitlahuismo). Solo faltando cinco minutos para las doce, cuando ya prácticamente estaba todo perdido, el presidente priista se rindió ante las evidencias y ordenó que echaran a Javier del poder, pero ya era tarde. Perdieron la elección, la gubernatura y el poder.
Políticamente, no le conviene un cambio ahora
Creo que no es el caso de Cuitláhuac, aunque quién sabe. Es indudable que lo apoya el presidente, que lo respalda, para sostenerlo en el cargo, porque a estas alturas no se puede permitir inestabilidad política en el estado que tiene el cuarto padrón electoral más grande del país y de cara a las elecciones donde habrá relevo presidencial y de la gubernatura, y un cambio de jinete a mitad del río, a estas alturas, causaría muchos desajustes.
Es indudable que al presidente le interesa sobremanera Veracruz, por su importancia en todos los renglones, y por eso apoya y sostiene al gobernador, por eso visita el estado una y otra vez, como lo hizo con Oaxaca donde finalmente su partido ganó la gubernatura, y por eso está empeñado en realizar obras de gran calado como el Corredor Transístmico y ahora ofreció rescatar el histórico Castillo de San Juan de Ulúa.
Que lo llamó al Palacio Nacional para ponerlo como camote
Para esto último declaró el gobernador que lo llamó al Palacio Nacional, aunque no han faltado compañeros columnistas que han dicho que en realidad lo mandó traer para ponerlo como camote por el mal manejo que hizo del tema José Manuel del Río Virgen, o que fue para pedirle que no lo suelte de la mano a fin de que no se hunda, y que le proporcione un buen salvavidas con el propósito de que pueda flotar ante un mar veracruzano muy embravecido y además porque está rodeado de muchos tiburones que se quieren dar un festín con él.
Si lo que han publicado mis compañeros es cierto, y no lo pongo en duda y los respeto, aunque en mi caso no tengo ninguna seguridad, de todos modos, el hecho de que lo haya recibido el presidente en su centro de poder creo que para él fue más bueno que malo.
Preferible sopapos al látigo del desprecio
O sea, grave sería que lo ignorara. Si lo llamó para zarandearlo, creo que Cuitláhuac ha preferido eso a que lo trate con el látigo de su desprecio, y bien puede aplicar una frase popular muy famosa: “Pégame, pero no me dejes”.
“Pégame, mátame si quienes / Pero no me dejes / No, no me dejes nunca jamás”, dice una parte de la letra de la canción “Nunca jamás” del llamado rey del bolero ranchero Javier Solís. Algunas versiones dicen que de ahí viene el origen de “pégame, pero no me dejes”, que psicoterapeutas opinan que se da cuando la violencia se mezcla con el amor.
La frase, cómo no, puede tener aplicación en la política, sobre todo en la relación jefe-subordinado, cuando el superior hace gala de su poder y lo usa con el inferior, quien soporta todo maltrato con tal de que no lo arrojen del paraíso político. Con AMLO y Cuitláhuac pudiéramos estar en ese caso.
Y es que vivir fuera del presupuesto es vivir en el error
César Garizurieta, el famoso “Tlacuache”, de Tuxpan, dejó una frase para la posteridad de la que ahora pocos se acuerdan pero que sigue teniendo vigencia y plena aplicación hoy día: “Vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Creo que tío Cuitláhuac y todos los suyos no quieren vivir en el error, más cuando ya probaron las mieles que da el poder, así que unos sopapos más, unos sopapos menos, ¡bah!, no tiene la menor importancia, como decía Arturo de Córdova (un ídolo de México, sobre todo en la época de la radio, para las nuevas generaciones).
Si AMLO lo puso como estropajo, qué importa si lo sostiene y lo apoya y le garantiza que va a terminar los seis años al frente de la administración.
Hay otra frase dice que si al gobernador le va bien, le va bien a Veracruz. Ojalá, caso contrario a la versión de que su visita al Palacio Nacional no fue ningún día de campo, que haya sido, en efecto, para puras buenas nuevas que nos traigan beneficios a todos.
Yayo Gutiérrez, inolvidable Ángel Leodegario Gutiérrez Castellanos. Si hoy viviera, estoy seguro que exclamaría que si Rocío Nahle llega al poder terminaremos extrañando a Cuitláhuac y hasta vamos a desear y a pedir que vuelva. En efecto, hoy nos quejamos del profesor universitario, lo criticamos, pero a ver si no dentro de dos años y meses terminamos añorándolo. ¡Ay!