Da una luz potente para descubrir la inadvertencia imperceptible de pequeños pasos que muchas personas damos hacia la indiferencia de los problemas que vivimos.
Irineo Pérez Melo.- La fe en Cristo ofrece la vida verdadera ante la muerte de cualquier persona y garantiza la destrucción de todo tipo de esclavitud y alienación permanente, y da una luz potente para descubrir la inadvertencia imperceptible de los pequeños pasos que muchas personas damos hacia la indiferencia de todos los problemas que estamos viviendo.
Lo anterior se desprende del comunicado dominical emitido por la oficina de Comunicación Social de la Arquidiócesis de Xalapa, en donde se destaca la celebración de la resurrección la otorga Dios a toda persona en Cristo como una participación en la vida gloriosa.
Destaca también que a través de la fe se descubre el gota a gota que perfora la conciencia personal y colectiva, embotándola hasta el punto de volverla incapaz de reaccionar ante la mentira sistemática, ante la injusticia de un progreso para una élite privilegiada y ante tantas promesas ilusorias y sin posibilidad de cumplirse jamás
“La vida nueva de Cristo resucitado es la que despierta la insensibilidad personal, para que nuestra conciencia sea una voz sonora y distinguible en favor de un progreso integral de todos y para todos. En Cristo resucitado vida digna para todos”, refiere el documento signado por el presbítero Juan Beristaín de los Santos.
Con la resurrección de Cristo, la persona llega a la esfera de la comunión total del amor y a la feliz condición de una vida plena y simultánea de la gloria de Dios. La gloria de Dios consiste en que el hombre tenga vida plena y la vida del hombre consiste en gozo permanente de la gloria de Dios, se añade.
Menciona además que Cristo con su resurrección, don gratuito de Dios, apaga la sed de toda persona y le concede el destino añorado de todo el caminar del ser humano.
“La resurrección de Cristo otorga y concede la consumación de un amor indestructible y total que abre un horizonte de gozo y alegría sin fin. En Cristo resucitado, el hombre queda abierto a la totalidad de la realidad y orientado a todas las direcciones que lo llevan a ser un ser pleno”, se indica por último.