Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, cercanas a AMLO, desde un inicio se pronunciaron a favor de la reforma judicial, y así lo manifestaron abiertamente a sus pares en una Suprema Corte sumida ahora en la discordia y que reiniciará labores el 17 venidero.
Proceso
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- La reforma judicial impulsada por el Ejecutivo y avalada por el oficialismo en el Legislativo dejó a los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) profundamente divididos, con tres de ellas con la intención de mantenerse en la nueva configuración del máximo tribunal.
Se trata de Lenia Batres, Yasmín Esquivel y Loretta Ortiz, quienes no sólo se pronunciaron a favor de la reforma judicial, sino que ya alzaron la mano para ser candidatas durante la elección de juzgadores por voto popular.
Aprobada la reforma, la mayoría de ocho ministros que se pronunciaron contra la reforma y decidieron sumarse al paro de los trabajadores del Poder Judicial, acordaron regresar a sesionar el próximo martes 17. Pero en el salón de plenos estará asentada la discordia, surgida por la decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de intervenir el Poder Judicial de la Federación.
Hasta antes del debate sobre la reforma, los ministros de la Suprema Corte habían evitado fijar posturas públicas sobre temas de competencia al Ejecutivo federal o en discusión del Poder Legislativo, bajo la lógica del respeto a la división de poderes y de que eventualmente esos casos llegarían a la Corte.
Sin embargo, desde la presentación de la iniciativa de reforma constitucional que establece la elección de jueces, magistrados y ministros por voto popular, inició la conformación de dos bloques en el pleno de la Corte que hoy es más evidente que nunca.
Por primera vez una ministra de la Corte empezó a participar en foros y mítines para promover la reforma judicial: Lenia Batres Guadarrama, quien fue la primera ministra en la historia de la Corte, desde la reforma de 1994, en ser designada directamente por el presidente de la República.
Su designación ocurrió luego de que el Senado de la República rechazara las dos ternas que Andrés Manuel López Obrador envió con las personas que él propuso para ministro, cargo al que renunció Arturo Zaldívar para irse a la campaña de la ahora presidenta electa Claudia Sheinbaum, quien lo nombró coordinador de Política y Gobierno de la Presidencia para el gobierno que empieza el 1 de octubre próximo.
Con apenas siete meses en la Corte, Batres Guadarrama mantuvo un activismo abierto a favor de la reforma judicial, de la 4T y de Morena, emitiendo duras críticas al PJF, principalmente por el rezago en los expedientes de la Corte, la invalidez de normas generales por violaciones al procedimiento legislativo y los salarios de los ministros, que son superiores al del Ejecutivo federal.
Apenas la reforma fue aprobada por el oficialismo, Batres Gaudarrama empezó a promover la transición hacia el nuevo modelo de la Corte, a pesar de que ni siquiera ha sido promulgada por López Obrador y de que no existen las leyes secundarias de la reforma.
Como ministra, Batres se ha caracterizado por emitir argumentos con imprecisiones técnicas, comparar el trabajo judicial con el legislativo y tratar que el primero se homologue al segundo, así como por la ausencia de sus proyectos en el pleno de ministros.
A los argumentos de que la SCJN se excede en sus facultades de órgano revisor de la constitucionalidad de las leyes y reformas emitidas por el Poder Legislativo, se sumaron las ministras Yasmín Esquivel Mossa y Loretta Ortiz Ahlf, quienes también llegaron al máximo tribunal a propuesta del presidente López Obrador, con quien mantienen cercanía.
Los foros
El resto de los ministros mantuvieron un silencio sobre la reforma judicial hasta que el 27 de junio la Cámara de Diputados realizó el primer foro sobre dicha iniciativa al que estuvieron invitados todos los integrantes del Pleno de la Corte.
En ese encuentro, Yasmín Esquivel dijo estar de acuerdo con la designación de juzgadores por voto popular, siempre y cuando ésta fuera de manera gradual.
Loretta Ortiz, quien durante el foro con los diputados se decantó a favor de la reforma judicial, declaró dos días después en una conferencia en la Benemérita Universidad de las Américas Puebla que los jueces y magistrados no se pueden cambiar de un día para otro y llamó a tomar en cuenta sus méritos y profesionalización.
En cambio, los otros ocho ministros fueron tajantes: la reforma, tal como estaba planteada, no era viable. Reconocieron que el PJF necesita cambios, pero que los problemas del sistema de justicia no se arreglan destituyendo a todos los juzgadores del país para designar nuevos mediante voto popular, sino que se debía realizar un diagnóstico profundo que incluyera a las fiscalías y defensorías públicas para hacer una propuesta integral.