Por Miguel Angel Cristiani G.
Ahora que recién comienzan las administraciones municipales en el Estado de Veracruz y que nos encontramos en pleno proceso electoral para elegir desde el mismísimo presidente de la república, senadores, diputados locales y federales, resulta interesante referirnos a las características que deben de reunir quienes pretendan convertirse en líderes políticos en nuestros días.
Esos puntos característicos son los que deberían de tener como determinantes en su manera de actuar y de ser en todo momento, no solamente cuando andan en campaña en busca del voto, sino también cuando ya se encuentran disfrutando del poder público.
Uno de esas características que deberán procurar quienes busquen obtener un liderazgo político, es el de la credibilidad, que desafortunadamente por el mal uso que se ha hecho, ahora ya casi nadie cree en los “lideres” y mucho menos en sus promesas de campaña.
Los expertos han dicho que la credibilidad es la cualidad más importante para un líder, ya que desafortunadamente en la actualidad el descrédito que se vive sólo podrá superarse gracias a ellos mismos.
En Norteamérica, Barack Obama consiguió crear esta credibilidad haciendo del “yes, we can” toda una declaración de Estado. Haciendo a los americanos conscientes de que si algo se proponían podría hacerse realidad. Si hoy en día preguntásemos si el presidente americano es un líder nato, la respuesta estaría condicionada, como no, por los resultados, pero la perspectiva histórica debe servir para juzgar las conductas en cada momento y en 2008 Obama, sin duda, era el líder, el reflejo de toda una Nación bajo un patrón común.
Otra característica del liderazgo político es la firmeza. La política no es terreno para pusilánimes y mucho menos en tiempos de crisis. Ver dudar a un oficial en el campo de batalla es un anticipo de un fracaso seguro y en un espacio, el de la política, en el que valores son el combustible de una máquina diseñada para gobernar, la firmeza, y la resolución son cualidades que proporcionan seguridad a los ciudadanos.
Esta cualidad, es esencial en tiempos de crisis, está precisamente ausente del discurso y del relato político occidental actual. Winston Churchill es, quizá, el principal representante de este valor. Su determinación en la lucha de un pueblo contra la barbarie le llevó precisamente a ejercer su liderazgo desde la firmeza.
La autoridad. Distingámoslo de la firmeza, puesto que, mientras que la primera se refiere a la imposición y la previsibilidad del yo, la autoridad se ejerce frente al resto. También es conveniente diferenciarla del autoritarismo que convierte al líder político en un caudillo local, en una persona que pierde la referencia del partido para convertir la política en él mismo.
En este caso, la gran mayoría de caudillos políticos se dan en el ámbito local donde confluyen la cercanía de la acción política con la comunicación directa con el ciudadano. Rudolph Giuliani, el emérito alcalde de Nueva York que lideró la recuperación de la ciudad frente al vandalismo supo marcar la distinción entre el líder y el caudillo preservando en todo momento la búsqueda del bien común.
Muy importante también es la característica de la honestidad. El líder político necesita, al igual que el mando en el Ejército, ser honesto con sus votantes, con los ciudadanos.
Otra característica que se debe de tener presente es la convicción. El líder político actúa conforme al diálogo, no a la imposición. Su autoridad en este sentido es más moral que ejecutiva porque realmente convence tanto a sus seguidores como incluso a sus adversarios. Muhatma Gandhi es el símbolo perfecto de esta cualidad. Su simple influencia moral le bastó para derrotar a un imperio basando su victoria en principios irreductibles frente al autoritarismo.
Finalmente, el líder político debe de tener empatía. A menudo observamos cómo los políticos se asemejan cada vez más actores del Club de la Comedia en sus mítines. No se trata de eso, ni de ser simplemente gracioso. Se trata de empatizar con aquellos ciudadanos que, a pesar de no estar pasando por una buena situación, consiguen llamar su atención y visualizarse como la solución a ese problema.
Esta característica es quizá la más etérea del liderazgo político, pero, sin duda, es la más importante en el siglo de lo audiovisual, de lo inmediato, de lo intangible. Hay quienes aseguran que a John Fitzgerald Kennedy simplemente le bastaba un gesto, una mirada para transmitir una idea, pero también era capaz de captar los sentimientos de sus ciudadanos y convertirlos en su trabajo: la política.
Así las cosas, nuestro amigo Pancho López el filósofo de mi pueblo nos pregunta cuantos de los políticos en la actualidad pueden ser considerados como auténticos líderes, si les aplicamos una prueba de las características que deben de reunir en su actuar diario.
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