Por Atticuss Licona
Acabáramos de una buena vez. Mientras en el PRI todavía hay valientes que están dispuestos a romperse el alma por el partido, hay otros que no ven la hora de tirar la toalla.
Cuando Maru Pinete dijo “Yo sí le entro” a finales de octubre del 2017, jamás pensó que se le iba a hacer.
En aquel entonces el hueso de la candidatura al Senado estaba peleado por Anilú Ingram y Elízabeth Morales, pero como ambas anduvieron tanto tiempo por las ramas y jugando al ensarapado, a Maru Pinete se le prendió el foco y desde la Cámara de Diputados dijo yo sí voy.
Fue en la víspera de la decisión del PRI, a media noche, cuando las fuerzas vivas del partidazo se decantaron por Maru en fórmula con el líder magisterial Juan Nicolás Callejas Roldán.
Cuentan los que saben que en la víspera quiso rajarse y evitar la designación. Había llevado su baladronada demasiado lejos y como una bola de nieve imparable le cayó encima la candidatura para la que no estaba ni preparada, ni absolutamente convencida.
¿Qué hago? Le habría preguntado a algunos allegados. Los más moderados le dijeron que ni modo, que había que entrarle, aunque hubo otros que le dijeron Pues te chingas, ahora le entras.
Y es que Maru Pinete será lo que sea menos una improvisada, ha sido la única con tamaños para ganarle elecciones a los Guzmán Avilés en su propia comarca. Ha sido presidenta municipal de Tantoyuca y Diputada Federal. Y toda esa experiencia le ha dado la suficiente clarividencia para entender cuándo sí y cuándo de plano no hay forma.
Va en la segunda posición de una fórmula destinada a quedar en último lugar. Es decir, no tiene absolutamente ninguna posibilidad de llegar al Senado. No tiene estructura suficiente ni recursos, no tiene discurso, no tiene exposición, no tiene -para acabar pronto- nada.
Se le ha colgado de las valencianas a Callejas Roldán. A donde él va, allí va ella, ocupando para sí, los pocos recursos financieros que el líder magisterial ha invertido. No ha sido más que una grata compañía.
De todo esto ella es la que menos culpa tiene. Su trayectoria política ha sido exitosa y no tiene responsabilidad alguna de los latrocinios de Duarte y su pandilla. Pero como diría el Ferras, ahora o la bebe o la derrama.
No se ve en el panorama otra explicación a que haya anunciado su reincorporación a la Cámara de Diputados, de donde hace meses partió contenta y ahora vuelve por sus fueros (o sus dietas) sin dejar de lado la campaña. De algún lugar hay que sacar para pagar las cuentas, ¿O no?
Los políticos son voraces. Andaba bien calladita con su tema pero desde el pasado 8 de mayo del presente año, presentó su oficio por el que informa su reincorporación a las funciones legislativas a partir del 26 de abril del 2018.
Lo hace a toro pasado, y para seguirle con toda la cachaza del mundo pues no anda en funciones legislativas, anda en campaña, y aunque esto no es delito, lo que denota es una absoluta falta de confianza en el proyecto y que sabe que la fórmula con Juan Nicolás Callejas Roldán está más muerta políticamente que Margarita Zavala.
Antes no renunció a la candidatura, sólo eso hubiera faltado.
Hay políticos que de plano no tienen llenadera. ¡Voraces!
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