Por Billie J Parker
“No veo gran diferencia entre los campos de concentración de Hitler y las ‘perreras’ de Trump…Tampoco veo la llamada evolución de la raza humana… reseñaba en Twitter Carlos Urquidi, en uno de los millones de mensajes que en la red social repudiaron el abuso infantil de un presidente de EUA, catalogado de supremacista blanco al implantar la ideología que promueve el dominio social y político de la etnia caucásica.
EL RIESGO que debe avistar México es el intento de Donald Trump de supremacía sobre los pueblos no-blancos; los indicios de dominio son ostentosamente innegables.
FASCISMO es un concepto que se evoca hoy en el imaginario colectivo luego de las escenas que evidencian a Estados Unidos de Norteamérica como un régimen autoritario que revive la época negra de Mussolini, génesis del movimiento que originó la primera guerra mundial.
El fascismo, sistema totalitario, nacionalista y de derecha (muchos disfrazados de populistas) se planteó como una tercera vía ante las democracias liberales (EUA) y el socialismo (URSS). Además del fascismo italiano, se ubica también a la Alemania de Adolf Hitler y la España de Francisco Franco. SE DEFINE como un Estado todopoderoso, en manos de un partido único, que ejerce su autoridad a través de la violencia, la represión y la propaganda. (La educación).
¿Les hace eco? México está en los preludios de caer en ese régimen que se ha filtrado en varios países del continente.
“El riesgo es el retorno a gobiernos autoritario, autócratas, nacionalistas, y éste no es el único caso en el mundo. Se ha regresado a situaciones que creíamos ya eran historia. La administración Trump tiene todas las características de un gobierno fascista, al que no le importa violentar los derechos humanos”, denuncia la UNAM en el documento: “Las Jaulas de Trump”.
Las aberrantes imágenes del desalmado trato de la política migratoria “tolerancia cero” de Trump dieron la vuelta al mundo, generando una rabia sin precedentes al mostrar en jaulas a decenas de niños, llorando tras las rejas, tirados en el suelo, siendo separados de sus padres indocumentados, con un monumental daño psicológico luego de cruzar un país plagado de muerte, persecuciones, extorsiones y explotación de los migrantes. No hay que soslayar que los indocumentados centroamericanos -o de poblaciones mexicanas- que han sido desplazados por la violencia, se enfrentan a condiciones peores de las que huyen. Imagine el impacto de llegar a la frontera y ser detenidos y criminalizados cuando se creen a salvo, es inhumano.
No es privativo del régimen fascista de Trump está política de hacer negocio con los migrantes, porque los centros de detención son una jugosa empresa que les reditúa muy bien desde tiempos de Obama, pese a que Estados Unidos ha firmado acuerdos internacionales para defender los derechos humanos.
La «tolerancia cero», juzga que todo inmigrante indocumentado es un delincuente y se le procesa judicialmente sin ningún contrapeso que alce la voz por ellos. La gota que derramó el vaso del pueblo estadounidense, fue la vergüenza que sintieron al confirmar tal atrocidad y cuestionaron a su presidente si esos son los valores que promueven como país líder.
Mientras el mundo reclamaba al mandatario de EU, quien recrudeció la ya de por si política migratoria racista y brutal, su ranking entre la base electoral estadounidense caía mientras apelaba al nacionalismo, «No permitiré que EEUU se convierta en un campamento de inmigrantes». Acto seguido, abrazaba la bandera de USA ante el estupor de los reporteros. «El dilema es que si eres débil tu país se va a ver abrumado con gente, si eres fuerte, entonces no tienes corazón. Quizá prefiero ser fuerte», aseguró ante los medios. Más tarde su pragmatismo, que no humanismo lo obligó a retroceder.
El atroz caso hizo que creciera la condena internacional y trajo a la memoria el asunto de mil 500 niños perdidos por el Departamento de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, que en abril reconoció ante el Congreso que les «perdió el rastro». Niños Migrantes centroamericanos que se los habían quitado de los brazos a sus padres, encerrados en una jaula para luego “colocarlos” con tutores u otras personas, que más tarde admitieron eran tratantes de personas. Otro jugoso negocio ilegal.
Nadie conoce el paradero de esos niños y bebés que desaparecieron las autoridades norteamericanas y el senado de EUA sigue “investigando.
Trump enjaula niños para ganar votos acusan los migrantes documentados en EU. El escándalo alcanza el clímax y para eludir obligaciones adquiridas en cartas de derechos humanos internacionales, Estados Unidos se sale del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.
México a destiempo y con una frialdad vergonzante, sostiene que ello no exime de EUA de sus obligaciones en la materia, mientras minimiza el número de niños y niñas mexicanos sin responsabilizarse de los menores migrantes que entraron desde México. La secretaria de relaciones exteriores y la presidencia de la Republica olvidan el drama que administran: La crisis migratoria y la violación de los derechos humanos de miles de personas extranjeras en su paso por México.
Valdría la pena que las y los mexicanos volteen a mirar qué sucede en las estaciones migratorias, que sepan de su venta al crimen organizado, como sobreviven a la explotación de autoridades y delincuencia, como están hacinados en peores condiciones que en EU, ello sin soslayar la cacería de Donald Trump.
Tras la condena mundial por la cruel y despiadada política de a niños en neocampos de concentración estadounidenses, Trump dio reversa. No por las críticas sino porque sus aliados republicano vieron derrumbarse su reelección y presionaron para que controlara el daño.
Abusar de seres indefensos ha colocado a Estados Unidos en el tribunal mundial que no nos impide un urgente autoexamen. Exigir la revisión de lo que ocurre a nivel nacional es imperativo porque no está lejos del drama que se vive en la frontera sur de EUA.