Por Atticuss Licona
Antes que se desbarate las mechas y se desgarre las vestiduras, hay que leer la sutil diferencia entre ser Donador de Órganos por Ley, y ser donador “a fuerza».
El Senado de la República recientemente aprobó una modificación a la Ley General de Salud que establece que todos los mexicanos mayores de 18 años se convierten tácitamente en potenciales donadores de órganos.
En México, como me lo confirmó en una plática el Dr. Salvador Aburto Morales, Director General del Centro Nacional de Trasplantes de la Secretaría de Salud, la lista de espera es de aproximadamente 21,800 personas que desean mejorar o salvar su vida con un trasplante de órgano. Más de 13,000 están en la espera de un trasplante renal; más de 7,700 esperan un trasplante de córnea; cerca de 400 esperan un trasplante de hígado y cerca de 70 esperan un trasplante de corazón.
La inmensa mayoría de ellos tienen, a mediano y largo plazo, muy pocas probabilidades de vida.
Hoy apenas se está atendiendo un 30% de los requerimiento anuales y se necesita incentivar a la sociedad.
Ante esta situación, las políticas públicas deben cambiar y ajustarse a la realidad, por lo que ahora se pretende que seamos donadores “por ley”.
De aprobarse esta reforma, si Usted no quiere ser donador de órganos deberá expresarlo por escrito y dejar informados a sus familiares, pues de no hacerlo, por ley se convertirá en donador y pese a que sus familiares se opongan, sus órganos podrán ser utilizados.
La decisión establecida por escrito, ya sea de forma privada o pública, será el requisito indispensable. De lo contrario, la familia tampoco va a poder apelar ni negarse.
Esto es algo totalmente contrario a lo que veníamos haciendo durante muchos años en México. Antes se invitaba a las familias, a la sociedad mexicana, a todas las personas a que manifestaran su deseo de ser donadores y se esperaba que su familia respetara ese último deseo. Sin embargo, muchos de los casos de donación no se han podido completar porque la familia al final se opone, e incluso a veces la familia más cercana está de acuerdo pero algún pariente dice que no y esto echa abajo toda posibilidad.
Ahora será a la inversa. La afirmativa ficta imperará y tendremos un universo gigantesco de posibles donantes con los que la brecha entre la lista de espera y los donantes se acortará.
Todo esto implica, obviamente un gran debate. ¿Es moral o inmoral? ¿Es religiosamente lícito o ilícito? ¿Perderemos el derecho sobre los cuerpos de nuestros seres queridos una vez que estos fallezcan?
Pero también está la visión de los receptores. Niños y niñas en la flor de la vida que hoy están muriendo porque necesitan un riñón, un corazón, un hígado. Jóvenes que ven truncadas sus vidas porque no tienen esperanza alguna de aguantar que se acorte la dilatada lista. Padres de familia que dejan en la miseria a sus familiares por la onerosa losa de medicamentos necesarios para paliar su enfermedad y que al final en su inmensa mayoría dejan en la orfandad, el desamparo y la miseria a sus hijos.
E incluso están otros aspectos a considerar, como el mercado negro o el abominable tráfico de órganos. Ambos giros se verían severamente diezmados por la facilidad de encontrar en los Registros Nacionales de Trasplantes un corazón sano o un hígado disponible. Hasta en eso se ayudaría pues habría menos niños robados, menos personajes tasajeados después de recibir algún narcótico.
Son tantas las aristas y tantas las respuestas. Pero son preguntas con solución que los Senadores decidieron presentar, y que ahora está en manos de los Diputados Federales darles feliz cumplimentarlo.
No seremos donadores “a fuerza”, seremos donadores potenciales. Tan tan, así de sencillo.
@atticuss1910
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