Dos comentarios de observaciones personales para engrosar la comentocracia. Una universidad de Chiapas decidió otorgar el grado de doctorado honoris causa al General Cienfuegos, Secretario de la Defensa Nacional. Pronto se volvió nota destacada en los medios nacionales con acento en el cuestionamiento que hacían algunos miembros o ex galardonados de esa institución. Los argumentos vertidos en una carta pública donde rechazan al militar van más allá de una negativa que se puede considerar normal, centralmente basan su oposición en las ideas de que el Gral. Cienfuegos, encabeza la guerra interna contra los mexicanos e impulsó la Ley de Seguridad Interior. Se puede objetar mérito académico u otra cualidad, si eso tuviera que ver con los requisitos que se solicitan para obtener el grado; lo que resulta incorrecto y hasta ofensivo es ese discurso maniqueo e ideologizado que ve a nuestras fuerzas armadas como ejército de ocupación y ente ajeno al Estado Mexicano. Estos hechos ponen a debate el nivel de la vida pública de esa Entidad y explica de alguna manera muchos de los fenómenos sociales y políticos que atraviesan a Chiapas. Es nocivo para el interés nacional que se echen sombras y descalificaciones sobre el ejército mexicano, que ha jugado un papel destacado en la contención de una violencia cuyo origen le es ajeno.
En las campañas electorales en curso se viene hablando poco y mal de los grandes problemas y retos nacionales. Se acude mucho a la ocurrencia y al discurso fácil. Salvo dos o tres ideas, en este caso de Anaya, lo demás es generalidad y buenos deseos, verdaderos actos de fe. Sin embargo, por su incidencia social y con evidente afán proselitista, sí se alude a la educación, con acento en la reforma de que está siendo objeto. Unos la defienden y otros la atacan. Destacadamente es López Obrador, quien ha tomado como eje discursivo su promesa de derogar esa reforma, sobre todo en regiones donde el magisterio se ha movilizado violentamente para combatirla. No dice a que se opone de la reforma ni que propone en su lugar, no ha ido más allá de endulzar con elogios a los maestros y aludir encuentros nacionales. Es llamativo que su oferta en la plaza no corresponda con el documento en que se basa su proyecto de gobierno.
Este gran tema, la educación, abre un escenario de diálogo y debate que debe permitir enfocar nuestra situación actual en la materia y las rutas a seguir para lograr un México desarrollado y moderno, con jóvenes de nivel mundial. La situación laboral y profesional del magisterio es muy importante pero no debe abstraerse del contexto social, de sus deberes con la ciudadanía concretado en la formación integral de los niños y los jóvenes. Echar abajo la reforma educativa es un planteamiento retórico si nos atenemos a su carácter constitucional, es una postura demagógica casi únicamente con el fin de obtener algunos votos; retrata una visión pobre que da idea de lo que piensan en otros asuntos nacionales.
Iniciada con acentos laborales, por tanto objetada por las más opuestas fuerzas sindicales, la reforma se ha ido abriendo paso en la ruta de la calidad, con acento en la evaluación para ingreso y promoción en el servicio profesional docente. Es una tarea gigantesca, de Estado, por tanto su trato debe ser cuidadoso, sin manoseo electoral, en una perspectiva de largo plazo. Es oportuno, la campaña electoral debería servir para eso, que se hable de sus correcciones y mejoras, que se escuchen a los actores principales del proceso educativo y a los especialistas. Resulta penoso escuchar discursos anti reforma en un contexto de rezagos y de afanes corporativos. Llama la atención que estén confluyendo en torno a AMLO, la CNTE, la corriente más atrasada del magisterio, y las estructuras de la señora Gordillo, a quienes los primeros acusaban de todo, hasta de criminal. El oportunismo hace milagros.
Recadito: toda la apuesta a la pluralidad, para hoy y siempre.
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