EFE.- Tanto el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, como el alcalde de Kyiv, Vitali Klitschko, han pedido al papa que viaje a la capital para dar un mensaje de esperanza y Francisco no ha cerrado la puerta a esta visita, aún con todas las dificultades que eso supondría: “Sí, está sobre la mesa”.
Así respondió Francisco a los periodistas que le preguntaron en el viaje en avión para su visita de dos días a Malta, como tampoco descartó el pasado viernes ante el presidente polaco, Andrzej Duda, que visite la frontera donde llegan los millones de ucranianos que huyen de la guerra provocada por la invasión rusa.
Como era de esperar, la guerra se coló de lleno en este viaje del papa, que había sido programado para el 2020, pero que tuvo que ser aplazado por la pandemia.
Y por ello, en su primer discurso dirigido a las autoridades a la llegada a la isla europea, Francisco constató: “Pensábamos que las invasiones de otros países, los brutales combates en las calles y las amenazas atómicas fueran oscuros recuerdos de un pasado lejano”.
Francisco, que en sus llamamientos no ha citado a Rusia ni a su presidente, Vladimir Putin, según los analistas para no condenar directamente al agresor y mantener una posición que permita poder abrir una negociación o una mediación, hoy, aunque sin mencionarlo, habló de “algún poderoso, tristemente encerrado en las anacrónicas pretensiones de intereses nacionalistas, que provoca y fomenta conflictos”.
En su discurso en el Palacio del Gran Maestre, sede de la presidencia, Francisco recordó a uno de los padres de la Constitución italiana y alcalde de Florencia, Giorgio La Pira, que se refirió hace sesenta años a la responsabilidad del área del Mediterráneo en el entonces “choque de intereses e ideologías” que sacudían a la humanidad debido a un “increíble infantilismo”.