La conmemoración de los fieles difuntos no tiene nada que ver con el culto a la muerte

• El recuerdo de nuestros difuntos nos concientiza de que nuestra existencia es limitada: Iglesia Católica

Irineo Pérez Melo.- La conmemoración de los fieles difuntos no tiene nada que ver con el culto a la muerte que se ha difundido por muchos lugares, sino que nos recuerda nuestra vocación a la santidad que recibimos en el bautismo, el que vive en comunión con Dios y con sus hermanos vive ya en la santidad asegura la Arquidiócesis de Xalapa.
En el comunicado dominical emitido por la Oficina de Comunicación Social señala que el recuerdo de nuestros difuntos “nos lleve a tomar conciencia de que nuestra existencia es limitada, nuestro paso por este mundo es pasajero, la vida que ahora tenemos es prestada, un día vamos a morir y necesitaremos de las oraciones de los demás”.
En el documento, signado por el presbítero José Manuel Suazo Reyes, se destaca que la muerte no es nuestro destino, nuestra meta final es vivir en la casa de Dios, en la morada eterna para contemplar en plenitud a nuestro creador.
En ese tenor, se menciona que la muerte ya ha sido vencida por Jesús con su resurrección. Todos los que creemos en Jesús sabemos que la muerte es solo una etapa de nuestra existencia, es el paso obligado que todos debemos dar algún día para encontrarnos con Dios, el momento de la muerte es como una puerta que se abre y nos introduce en la eternidad.
Se recuerda que el día 1 de noviembre se celebra en la liturgia de la Iglesia Católica “la solemnidad de todos los santos, en donde se veneran e invocan no solo a los santos canonizados, sino a todos aquellos que ya están en el cielo y cuyos nombres no conocemos”.
El día 2 de noviembre conmemoramos a los fieles difuntos; en ese día muchas personas asisten a los cementerios o a los columbarios para visitar el lugar donde descansan los restos de sus familiares, conocidos o amigos difuntos. Junto con estas visitas a los lugares donde descansan nuestros difuntos es muy importante que recemos por ellos reafirmando nuestra fe en la resurrección.
Debemos recordar que, además de las plegarias personales, la oración más completa que ayuda a nuestros difuntos es la sagrada Eucaristía. San Agustín solía decir: «Una flor sobre su tumba se marchita, una lágrima sobre su recuerdo se evapora. Una oración por su alma, la recibe Dios». Las tres cosas se pueden hacer, pero la que más aprovecha es la última.