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Con nervios de acero, la piloto Tammie Jo Shults procedió a un aterrizaje de emergencia en Filadelfia que le valió el aplauso de los pasajeros
El vuelo Southwest 1380 del pasado martes pasará la historia como una calamidad. A 9.000 metros de altura, estalló su motor izquierdo, se rompió una ventana y la pasajera Jennifer Riordan encontró la muerte tras ser casi succionada al exterior. Todo fue mal y todo podría haber ido aún peor si no fuera por una mujer que demostró un temple de acero: la capitana Tammie Jo Shults, de 56 años. Sin perder los nervios, la piloto estabilizó la nave y procedió a un aterrizaje de emergencia en Filadelfia que le valió el aplauso de los pasajeros y la admiración de los estadounidenses
La sangre fría de Shults, que se ha aireado en las grabaciones con la torre de control, tiene explicación. En los ochenta y noventa, fue piloto de combate. Y pese a que nunca pudo entrar en operaciones de guerra por las restricciones legales que entonces sufrían las mujeres, Shults se distinguió como instructora de vuelo, capitana de todo tipo de aeronaves militares y pionera en el manejo de los terribles y supersónicos F/A 18 Hornet.
Enamorada desde la adolescencia de la aviación, durante 10 años sirvió a la Armada hasta que el 31 de marzo de 1993, con el grado de comandante, colgó el uniforme y empezó una nueva vida. Justo una semana después, el presidente Bill Clinton dio inicio a los trámites para permitir la participación de mujeres en combates.
Su paso por el ejército fue recogido en el libro Madres de vuelo militar, de Linda Maloney. Aparte de este destello, la capitana Shults ha llevado todos estos años una existencia alejada de los focos. Madre de dos hijos y casada con otro antiguo piloto de combate, se dedicó al aviación civil. A comandar las tranquilas aeronaves de la compañía Southwest.
Nada especial hasta que el pasado martes, por causas que aún se desconocen, el motor izquierdo de su Boeing 737-700 estalló cuando se dirigía de Nueva York a Dallas. A bordo iban 143 pasajeros y 5 tripulantes. Tras la explosión, las esquirlas rompieron una ventanilla, despresurizaron la cabina y dejaron en estado crítico a una viajera.
Un escenario de escalofrío ante el que Shults echó mano de su experiencia militar y actuó con impecable serenidad. Comunicó con detalle su situación a la torre de control –su escueto “hemos perdido parte del avión” se ha vuelto viral– y procedió al aterrizaje de emergencia sin un motor y con un boquete en la cabina. Muchos pasajeros empezaron a rezar.
“Tuvo nervios de acero. Fue maravillosa, la aplaudo”, contó a los medios estadounidenses el pasajero Alfred Tumlinson. “Eres una verdadera heroína. Gracias por tu valentía y guía en una situación tan traumática”, escribió en Facebook la viajera Diana McBride, en un tono que recordaba al que se empleó en 2009 con Sully Sullenberger, que amerizó un Airbus-320 sobre el Río Hudson.
Después del aterrizaje, la herida fue trasladada al hospital, donde murió como consecuencia de los traumatismos sufridos en cabeza, cuello y torso. La capitana Shults no ha efectuado declaraciones.