El destino topó al actor de Macario con el teatro, lugar al que, al igual que el cine y la tv, dicen sus colegas, llenó con “su energía impresionante”. Murió ayer a los 98 años
Ignacio López Tarso era feliz en el escenario, aunque estuviera enfermo. En 2006, mientras presentaba Macario en el capitalino teatro Rafael Solana, daba funciones los fines de semana, pero los lunes era hospitalizado y el viernes estaba de nuevo sobre el escenario.
“Así estuvimos dos o tres semanas, fue algo complicado de ver, pero admirable”, recuerda el productor Juan Torres.
Al actor, quien ayer falleció a los 98 años de edad, no le asustaba morir, pero no le gustaba la idea de desconocer el cuándo, el cómo y dónde pasaría eso.
“Pero sé que cada día estoy más cerca”, dijo hace una década al recibir un homenaje en el marco del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.
La última semana la pasó internado inicialmente por una oclusión intestinal a la que luego se le sumó una neumonía. El último reporte de su hijo Juan Ignacio Aranda fue que presentaba insuficiencia renal, cardiaca y pulmonar.
López Tarso en realidad se apellidaba López López. Su nombre artístico se lo debió al dramaturgo Xavier Villaurrutia, quien le recomendó modificarse el nombre por algo más contundente. Fue cuando decidió tomar el apellido del santo cristiano Pablo de Tarso.
Nacido el 15 de enero de 1925 en la Ciudad de México, le tocó una época en la que el teatro se escenificaba de martes a domingo y descansaba únicamente los lunes. Por ello, difícilmente descansaba en su vida cotidiana.
“Hay que tener siempre la mente ocupada”, expresaba cuando alguien le preguntaba cómo mantener la vitalidad.
Durante su carrera registró más de 100 trabajos actorales entre cine y televisión, más aparte el teatro, donde se sentía como pez en el agua.
Macario, El hombre de papel, Pedro Páramo, El Pantera, La malquerida y Corazón indomable formaron parte de su filmografía.
“Era una persona con una energía impresionante”, recuerda Pepe Bojórquez, su director en Más sabe el diablo por viejo, último largometraje de Don Ignacio.
En ella interpretaba a un hombre de asilo que soñaba con ser director y lograba el sueño al conducir una obra con el resto de sus compañeros.
“La cosa es que era tan convincente, que cuando gritaba (en personaje) ‘¡corte!’, todo el equipo dejaba de funcionar, cortaba el del sonido y apagaban las luces ¡y estábamos realmente a media escena!”, narra divertido el cineasta.
En años recientes, cual niño travieso, López Tarso se saltaba las recomendaciones médicas cada que podía y comía de todo. Y algo de alcohol, porque decía que a nadie la caía mal eso.
Precisamente en el rodaje de Más sabe el diablo por viejo, todos los días llegaba con una canasta de mangos, algunos de los cuales repartía.
“Yo le decía que no le dejaban comer eso y entonces respondía que cuando un doctor no lo dejaba, buscaba a otro que sí”, recuerda Bojórquez.
En septiembre de 2019, López Tarso aceptó su último trabajo cinematográfico: el corto Buenos días, Ignacio, dirigido por Alan Jonsson y Leticia Fabián.
Recientemente, López Tarso participó en la serie Vecinos y en enero pasado en el programa Como dice el dicho. Fue su última actuación en la pantalla para ayer dar la última función de la historia de su vida.