Los 19 años de Debanhi Escobar, conmovedor recuerdo en un cumpleaños que no fue: «confiaba mucho en la gente»

«Lolis» y Mario Escobar, padres de Debanhi, contaron al Heraldo Digital como recuerdan a su hija a cinco meses de su feminicidio.

HERALDO DE MEXICO

Las paredes de la capilla donde descansa el cuerpo de Debanhi Susana Escobar Bazaldúa, la joven de 18 años cuyo feminicidio cimbró a México para siempre, son tan blancas como las que ella pintó en su cuarto de Apodaca, Nuevo León.

Imágenes de Vegeta, el famoso personaje de Dragon Ball, llenan el espacio, acompañadas del característico orden de una estudiante de criminología que este 4 de septiembre cumpliría 19 años.

«Todo lo que tenía de Vegeta, quien sabe como le hacía, pero hacía que se lo comprara», relata Mario Escobar, el padre de Debanhi.

A casi cinco meses de la muerte de su hija, tanto él como su esposa Dolores Baldazúa, «Lolis» de cariño, tomaron la decisión de mantener la habitación tal y como Debanhi la dejó el día que perdieron una mujer carismática, “una niña muy querida” por su familia y a la adoradora más grande de su perrita, “La Bombona”.

Una pequeña Debanhi: el recuerdo de sus 19 años

La familia Escobar la formaban Debanhi, sus padres y “La Bombona”. Vivían para su hija. Juntos salían de paseo, veían anime, cantaban a dos voces en karaoke y compraban tarjetas de Spotify para escuchar a Whitney Houston, The Beatles y Queen. Mario Escobar es profesor de la Secundaria Técnica 110 y “Lolis” trabajó como profesora por varios años hasta que decidió tramitar su jubilación para dedicarse 100% a su hija, unos meses antes del feminicidio. Hoy mantiene esa convicción y, aunque «su niña» ya no está, sigue viviendo para ella.

Desde pequeña, Debanhi reveló una naturaleza intrépida. “Cuando le enseñé a nadar”, cuenta su padre, “ella tenía miedo de lanzarse a la alberca. La maestra me dice: ‘Ponte ahí, métete a la alberca, vas a estirar las manos y cuando ella se lance, te quitas para que caiga de barrilito’”.

Don Mario siguió las instrucciones, entró en el agua y, cuando su hija se lanzó, él dejó que entrara en la alberca sin ayuda. “‘Ya, papá, ya,ya,ya. Ahora sí, ya puedo”, gritó emocionada la niña.

Situaciones similares vivieron más adelante cuando Debanhi incursionó en el patinaje sobre hielo o aprendió a andar en bicicleta. Le gustaban los deportes. En sus tiempos libres practicó taekwondo, natación y hasta gimnasia rítmica. 

“No me gusta quebrarme”, confiesa su padre al recordar el apodo con el nombraba a su hija todos los días. Eran cómplices: “Viendo videos y anime empezamos con el juego de manos para tener un saludo secreto”, detalla.

Con “Lolis» la cercanía era igual de grande. En las tardes más libres de la semana, ella y su hija se reunían en la habitación llena de Vegetas, caricaturas y animes, para tener una sesión de maquillaje. 

“Le gustaba mucho maquillar. Me maquillaba y me peinaba aunque soy de las personas que no les gusta eso”, cuenta. A pesar de todo, «Lolis» dejaba que su hija le decorara el rostro con pestañas, base, sombras y peinados mientras terminaba el día.

Hey, hey ¿Te ves muy bonita o equis?, le preguntaba Debanhi al terminar.

Su madre, con la voz cada vez más apagada, recuerda a su hija como “una niña muy, muy cariñosa”, una mujer que “con miedo y todo, brincaba. Le gustaba mucho andar en las ferias, los parques. Era una niña muy ordenada, muy noble y participativa, con mucha confianza”.

Debanhi estaba en contra de la inseguridad y la violencia que terminó por alcanzarla en México. El 8 de marzo del 2022 asistió a la marcha por el Día Internacional de la Mujer, donde miles de mexicanas protestaron en contra de los hasta 10 feminicidios que se registran al día en el país. «No le gustaba que una persona abusara de una mujer», señala su padre.

El último día con Debanhi

El 8 de abril de 2022, Debanhi cumplía más de dos años encerrada por la pandemia de COVID-19. Su cuarentena empezó a los 16 y para sus 18 años ya buscaba volver a la “nueva normalidad”. 

La Semana Santa estaba cerca y los Escobar se preparaban para irse al municipio de Galeana, lugar donde hoy se alza la capilla de paredes blancas que cuida el cuerpo de Debanhi.

“Ya nos vamos a ir para Galeana y necesito salir porque voy a estar dos semanas encerrada”, les dijo a sus padres. Pasar los días en un rancho no es lo mismo que estar en la ciudad y ellos lo entendía.

Durante el día, Debanhi ayudó a su mamá a lavar los trastes, barrió su cuarto y acomodó su maleta para que pudiera viajar con su familia al regresar de la fiesta.

“Le dimos permiso porque iba con dos amigas. Hay que decirlo: son disque amigas”, recalca Mario Escobar. En la noche, las dos personas con las que Debanhi se fue a una fiesta en la «Quinta Venecia» llegaron por ella.

Se fue alrededor de las 10:30 que llegaron sus disque amigas. Y bueno, ya no volvió

“Lolis” y Mario tenían una alarma en su teléfono para despertar a la 1:30 de la mañana. Cuando Debanhi salía los fines de semana esa era la dinámica, así que su madre se levantó y comenzó a marcar. Jamás contestó.

“Al día siguiente nos dimos cuenta de que ya no regresaba”, confiesa su padre, quien asegura que su hija “se confiaba mucho en la gente, creía mucho en la gente que probablemente le decía mentiras. No fue hasta que le pasó algo que a lo mejor lo entendió”.

La madrugada del 9 de abril, Debanhi se bajó de un taxi que sus amigas le pidieron para regresar a casa. Ellas dejaron la fiesta antes y le hablaron a un “contacto de confianza” para que la recogiera en la «Quinta Venecia».

Lo último que se supo de su paradero fue que descendió del vehículo a las 5:00 de la madrugada y se quedó parada en medio de la carretera Monterrey-Nuevo Laredo, abrazada por la luces delanteras de un automóvil. El conductor se limitó a avisar con una foto que la joven de 18 años se había bajado en una de las autopistas más peligrosas de México y la pesadilla ya no iba detenerse