Irineo Pérez Melo.- Quien escoge el camino de la justificación y la negación de la realidad nunca aceptará sus propios errores y por lo tanto será muy difícil que se corrija. Uno debe hacerse responsable de sus actos y de las implicaciones que éstos tienen, aseguró la Arquidiócesis de Xalapa.
En el comunicado dominical emitido por la Oficina de Comunicación Social de esta asociación religiosa, al abordar el tema del arrepentimiento y la conversión, como parte de la liturgia de la Iglesia Católica, se destaca que arrepentirse y convertirse no es sólo fruto del esfuerzo humano, sucede también gracias a la presencia de Dios en nuestra vida.
Destaca que el arrepentimiento llega cuando uno se da cuenta de que algo no está bien en su manera de vivir o de actuar, cuando toma conciencia de que lo que hizo lastimó a alguien, afectó a los demás, provocó algún daño o causó algún malestar.
“Sucede también cuando nos damos cuenta de que el rumbo de nuestra vida o algunas cosas que estamos haciendo no nos están conduciendo al bien que esperábamos o que prometimos. Por eso es bueno detenerse, observarse, escuchar a los demás, evaluarse y recomponer el camino”, se agrega.
El arrepentimiento no llega cuando uno se dedica a negar la realidad, se justifica de todo y sólo se echa la culpa a los demás, se indica en el comunicado, signado por el presbítero José Manuel Suazo Reyes.
El arrepentimiento, refiere, se complementa cuando pasa a la conversión. Convertirse significa cambiar la mente, cambiar el modo de ver y juzgar las cosas y por lo tanto cambiar la conducta y el modo de proceder.
“Si uno nada más se arrepiente pero no busca la conversión, una vez que pasa ese sentimiento de culpa, casi será seguro que vuelva a caer en lo mismo; con la conversión uno toma la firme decisión de separarse de las cosas que ha hecho mal y busca ponerse en paz con Dios y con sus hermanos”, se señala.
En ese tenor, se menciona que en la cuaresma Dios nos invita a corregir algo de nosotros. Puede ser el modo de vivir nuestra fe cristiana, las formas de orar, de trabajar o de vivir las relaciones con los demás.
Por ello, se señala que la Cuaresma es un tiempo de gracia, un tiempo para componer nuestra relación con Dios y con los hermanos; es tiempo de reconciliación y de vuelta a Dios.
La invitación a la conversión tiene una motivación, es la misericordia divina. Dios siempre tiene caminos de salvación y quiere que todos nos salvemos, por eso nos envió a su hijo y nos invita continuamente a la conversión. Dios no se complace en la muerte del pecador; Dios desea que todos sus hijos tengan vida en abundancia, refiere por último.