Arturo Reyes Isidoro
El tema Javier Duarte fue, sin duda alguna, lo que le valió hace dos años al entonces candidato Miguel Ángel Yunes Linares que ganara la gubernatura del Estado.
Era evidente que la mala administración de los recursos públicos, la irresponsabilidad en su manejo y actos de corrupción de varios de sus colaboradores habían llevado a la quiebra al Estado y al rechazo ciudadano del priismo hecho gobierno.
El candidato panista, de origen priista, supo explotar muy bien la inconformidad de los veracruzanos y les dijo lo que querían escuchar: que iba a meter a la cárcel a Duarte y a recuperar lo que él y sus funcionarios se habían llevado o robado.
Los veracruzanos lo deseaban, querían que se hiciera justicia y que se castigara a quienes le habían causado un grave quebranto al tesoro público y con ello habían afectado la vida económica y productiva de Veracruz.
Yunes Linares ganó la elección no porque fuera popular ni tuviera una gran aceptación ciudadana, sino porque supo encarnar el descontento que ya había llegado al hartazgo contra los gobiernos del PRI, especialmente el que había encabezado Duarte.
Finalmente no fue el nuevo gobierno presuntamente panista sino el propio Gobierno Federal priista el que, cuando se decidió, le echó el guante en Guatemala con ayuda de la Interpol, el próximo domingo 15 hará un año.
El gordito exgobernador está detenido aunque notas periodísticas han dado cuenta que en realidad pareciera disfrutar en un sitio de recreo: come a sus anchas (permiten que le introduzcan alimentos) y se la pasa jugando a las cartas con un amigo chino. Ahora sí, como dice la expresión popular, cuál sufrir.
Llama la atención que es la hora en que Duarte no es sentenciado, esto es, que un juez no lo declara culpable de las imputaciones que le hacen y, como he referido en este espacio, hasta existe la posibilidad de que salga libre por fallas de la PGR, vaya uno a saber si hasta a propósito para protegerlo y asegurar su impunidad en el corto, mediano o largo plazo.
Creo no equivocarme al decir que los veracruzanos siguen esperando justicia, no venganza; que siguen reclamando que se le castigue pero en serio por las faltas que haya cometido y se le comprueben plenamente, y que a él y a los suyos, familiares y colaboradores, se les haga reparar el daño que causaron al Estado.
Sin embargo, este reclamo ciudadano corre el riesgo de perder fuerza o legitimidad, hasta de diluirse, cuando se utiliza con fines electorales para favorecer a un partido y a un candidato a la gubernatura, precisamente al hijo del gobernador, por lo que éste deja de ser un árbitro imparcial garante de la aplicación de la justicia, a secas, para convertirse en parte interesada con el fin de lograr propósitos familiares, personales y de grupo.
En 2016 Javier Duarte como tema electoral fue un gran atractivo. Su caso retomó actualidad cuando lo detuvieron el 15 de abril de 2017 y cuando lo extraditaron de Guatemala. Después se fue apagando. Mediáticamente incluso ha dejado de ser nota importante. Ya no da para más luego de todo lo que se ha dicho de él.
Pero en el Estado desean continuar explotando su nombre para tratar de jalar posibles votos. Hasta han mandado colocar espectaculares con su imagen y la de una señora que reclamó que la utilizaran indebidamente, y siguen tratando de hallarle ilícitos que luego resulta que no son.
El pasado 16 de marzo comenté en este espacio que un amplio reportaje que publicó la Agencia Proceso (APRO), firmado por su corresponsal en Veracruz, Noé Zavaleta, había dado a conocer que los arrendadores del “Rancho El Piloto”, en la congregación Briones, municipio de Coatepec, aseguraban que era falso que fuera propiedad de Karime Macías, y que de 54 caballos que había ahí originalmente, sólo dos eran de la esposa de Duarte, quien pagaba un arrendamiento para tenerlos en el lugar.
Dijeron que todo había sido un montaje del gobierno de Yunes Linares, de la Fiscalía estatal y de Televisa, cuyos periodistas nunca habían entrado al rancho sino que habían sido policías estatales los que habían recabado la información, levantado imágenes y tomado fotografías con drones y habían entregado el material a la televisora (se recomienda leer el último libro de Jorge Volpi, Una novela criminal, en la que desnuda con detalles todo el montaje para inculpar a la francesa Florence Cassez y su novio mexicano Israel Vallarta en presuntos casos de secuestros, en complicidad entre la PGR con Televisa y Televisión Azteca).
El corresponsal de APRO recordó que el pasado 2 de octubre en “Primero Noticias”, Carlos Loret de Mola presentó un reportaje especial sobre el cateo que realizaron autoridades federales y de la Fiscalía al rancho, en el que dijo al aire que era propiedad de Karime, y que había sido asegurado medio centenar de caballos pura sangre cuyo costo era de entre un millón y un millón y medio de pesos cada uno, según la Fiscalía.
Dulce María de Jesús Radilla Quiñones, Nicolás Arriaga Vázquez y Juan Carlos Arriaga Camacho, los arrendadores y propietarios de 28 caballos, quienes se quejaron que no se los había devuelto la Fiscalía, entregaron a la Agencia Proceso copias simples del contrato de arrendamiento de dos hectáreas con los propietarios ejidales, por las que pagan 13 mil pesos mensuales.
Dijeron que sólo dos yeguas eran de Karime, o creen que eran suyas porque las llevaron para que estuvieran en el Club Hípico Briones, AC, que ahí funciona, y ella llegaba a montarlas. “Troya, es un equino criollo cuyo valor no excede los 200 mil pesos y Behyacinte es una yegua holandesa cuyo precio en el mercado no va más allá de los 250 mil pesos, sostuvieron”.
Tanto la Fiscalía del Estado como el gobierno estatal guardaron silencio, nunca desmintieron ni el reportaje ni el dicho de los arrendadores del rancho, por lo que quedó demostrado que acusan sin sustento sólo para dar golpes mediáticos, que cada vez lo son menos porque se ha ido perdiendo credibilidad oficial.
El uso nuevamente de Duarte como gancho electoral hace pensar que van abajo en las encuestas, y que o no tiene o ya se le acabaron los argumentos al yunismo azul para tratar de convencer al electorado, o que tiene pocos resultados que ofrecer para lograr que los veracruzanos abracen su causa.
Allá los estrategas azules yunistas, pero si dejaran la comodidad de sus oficinas y bajaran al pueblo escucharían que ya no impacta el tema Duarte porque lo que salen a decir es lo mismo y lo mismo, nada nuevo desde el 1 de diciembre de 2016 cuando dijeron lo que ahora siguen repitiendo; sólo reembobinan la cinta y la repiten.
Impactaría en cambio, eso digo porque lo escucho abajo, que se anunciara la recontratación de trabajadores despedidos, el pago −de nuevo− de las compensaciones, la reposición de los sueldos que se rebajaron, que se va a brindar un buen trato a los policías, que se va a traer, por fin, a un Secretario de Seguridad Pública profesional, de preferencia del Ejército o la Marina, que se van a atender y a resolver satisfactoriamente los reclamos de las madres y familiares de los desaparecidos, que se va a reponer el dinero que se recortó a las becas para deportistas y entrenadores, que se va a pagar a proveedores y prestadores de servicio, fijando fecha, lugar y hora, que será efectiva la transparencia y la rendición de cuentas, etcétera.
Incluso creo que podrían lograr unos cuantos votos si volvieran a repartir miles de despensas en lugar de apelar a Javier Duarte como gancho. El gordo ya no vende. Si le apuestan a ºél para ganar la elección, entonces están sentenciando su derrota.