Arturo Reyes Isidoro
Para quienes lo vivimos, fuimos testigos, imposible no recordar los años de esplendor del PRI, ahora que está hecho añicos y quedó casi agonizante.
A los jóvenes tal vez les sea difícil de creer pero a los candidatos priistas perdedores del siglo pasado les esperaba la gloria, muy lejos de lo que puede esperarles a los que esta vez mordieron el polvo en las elecciones del domingo.
Entonces la oposición que existía era casi simbólica y el PRI era una maquinaria de producir votos que arrollaba, que ganaba “carro completo” y que cuando peor le iba obtenía “de todas casi todas”.
Esos conceptos llegaron a ser prácticamente un lema en el lenguaje político y hasta el diario Excelsior los utilizó como subtítulos de su famosa columna “Frentes Políticos”, aquella que firmaban dos famosos periodistas con raíces veracruzanas, Ángel Trinidad Ferreira y Francisco Cárdenas Cruz, que por fortuna todavía viven (no sé ahora dónde localizarlos pero desde este espacio les envío saludos).
Por eso era verdaderamente raro que un candidato tricolor perdiera una elección. Su nominación era prácticamente la confirmación de que sería Presidente, gobernador, senador o diputado.
Regreso: a quienes perdían una elección el sistema priista los apapachaba sin límite alguno y de inmediato los rescataba con otra buena posición política.
Todavía viven varios políticos veracruzanos que perdieron una elección y que para amortiguarles el golpe los enviaron, por citar sólo dos destinos, a París o a Las Vegas con toda su familia y, no faltaba más, con todo pagado, hasta en exceso.
Cuando regresaban al país y al Estado (se podían quedar los días que quisieran pues lo que sobraba era dinero) les esperaba un buen cargo, que si no existía se lo creaban y donde podían cobrar muy bien pero además disponer de una caja chica en la que podían meterle mano al cajón con toda libertad.
Entonces la derrota se tomaba como una sabrosa anécdota y en corrillos de amigos, tragos y botanas de por medio, se festinaba lo ocurrido.
Hoy a los candidatos derrotados les espera la nada, un mundo político incierto porque no hay dónde refugiarse con seguridad (es de Antonio “Toño” Gómez Pelegrín el dicho aumentado de que el muerto, el arrimado y el jubilado a los tres días apestan).
Nunca como ahora el tricolor estuvo muy disminuido. Ni siquiera en el año 2000 cuando perdió por primera vez la Presidencia se le vio como un partido chiquito, como pasó a ser el domingo.
El priismo de Veracruz, que fue considerado un verdadero bastión del PRI nacional, quedó reducido a polvo: no ganó la Presidencia, el Senado ni los Congresos federal y local.
Lejos quedaron los tiempos en que todos los políticos del país querían venir al Estado a graduarse en política. Veracruz era escuela.
¿Creerán los jóvenes lectores que era fama que los verdaderos y mejores políticos de todo México eran los priistas veracruzanos? ¿Qué la única “clase política” que existía en el país era la veracruzana?
Un referente nacional del liberalismo, pero también del priismo nacional fue don Jesús Reyes Heroles, tuxpeño, considerado el mayor y mejor ideólogo que tuvo el tricolor y de los más importantes que ha tenido el país.
Era tanta su autoridad moral, jurídica, ética, cultural e ideológica que nunca tuvo algún temor ni titubeó para enfrentarse a los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo, con los que trabajó, no obstante que eran priistas.
Don Jesús, como se le conocía, con mucha dignidad prefirió irse del CEN del PRI o de la Secretaría de Gobernación antes que avalar o ser copartícipe de decisiones que atentaban contra los intereses del país. A los dos presidentes los mandó por un tubo. De ese tamaño era su autoridad.
Hasta principios de este siglo el PRI en Veracruz fue un partido verdaderamente fuerte; hasta Fidel Herrera Beltrán como gobernador, quien pintó de rojo el Estado y le devolvió fuerza, presencia y esplendor.
Pero lo cegó su ambición por el poder, del que no se saciaba o sacia, y quiso perpetuarse a través de jóvenes que habían sido sus colaboradores en el Senado de la República, que se amontonaban en un “cubículo de 2×2” como solían recordar.
Les decían “los cinco lobitos” y formaban la línea sucesoria: Javier Duarte, Alberto Silva, Erick Lagos, Jorge Carvallo y Salvador Manzur. Ellos representaban treinta años de continuidad y de continuismo, y ya estaban formados.
Fidel impuso a Duarte, algunos de los otros del grupo dicen que porque era a quien mejor podía manejar, esto es, para que él siguiera siendo el poder tras el trono y para que le tapara todas las irregularidades que había cometido como gobernador.
Sembró, pues, las bases para la destrucción de su partido que él mismo había vigorizado, revitalizado. Duarte las minó gravemente e hizo que se desplomara. Fue tanto el daño que alcanzó al priismo nacional.
El PRI que acabó de derrumbarse el domingo eran las ruinas que quedaban del sexenio duartista y dejaron atrapados por completo entre moles de escombros y fierro retorcido tanto a Pepe Yunes quien aspiraba a ser gobernador como a Américo Zúñiga que acababa de llegar a la dirigencia.
Pero sería injusto culpar sólo al gordo. También hubo dirigentes que abusaron engañando a la militancia, negociando candidaturas, traficando influencias, imponiendo lo peor de su militancia, etcétera.
Hoy el PRI es un motor pero casi desbielado y además no hay dinero para ponerle gasolina. Ya no tiene las fuentes de financiamiento de que antes gozó.
No fue ningún secreto que por más de setenta años el Gobierno Federal financió al Comité Ejecutivo Nacional y que los gobiernos de los estados lo hacían con sus comités estatales. En los hechos el comité nacional y los estatales eran verdaderas secretarías electorales de los gobiernos “de la Revolución”.
Hoy perdida para el PRI la Presidencia y casis todas las gubernaturas, Veracruz una de tantas, no hay “manteca” para untarle a la que fue una poderosa máquina de fabricar votos, una de las más grandes que existió en el mundo.
En este espacio narré que en marzo de 1964 el presidente de Francia y héroe de la Segunda Guerra Mundial, Charles de Gaulle, visitó México a invitación del presidente Adolfo López Mateos.
Acá conoció de cerca cómo funcionaba el engranaje del PRI y se manejó entonces que se había interesado vivamente por hacer una versión francesa del otrora partidazo.
Vargas Llosa habló de que los gobiernos priistas eran una “dictadura perfecta” y Enrique Krauze los llegó a considerar una “presidencia imperial”. De esa importancia era el PRI.
En el año 2000 cuando el tricolor perdió por primera vez la Presidencia hubo quienes dijeron que era inminente su muerte, su desaparición. Pero ocurrió el milagro y revivió doce años después al grito de los priistas de ¡ya aprendimos la lección!
Les bastó sólo seis años más para demostrar que no sólo no la habían aprendido sino que seguían siendo los mismos, quizás hasta peores. El domingo parece que, ahora sí, cavaron su tumba y quedaron parados al bordo para que con cualquier soplo caigan dentro.
El diario Reforma publicó ayer una nota con un encabezado que es casi un epitafio: “Se esfuma PRI de Veracruz”.
Benito Jiménez, reportero enviado al Estado para cubrir los incidentes de las elecciones, fue lapidario pero no dijo nada que no sea verdad: “Una vez concluido el proceso electoral, el PRI desapareció en el Estado”.
Apuntó que: “En dos años el priismo fue borrado de Veracruz”.
Que sí traicionaron operadores panistas
En cambio de tema y sobre lo que se comentó ayer en “Prosa aprisa”, en la nota de Reforma a que hago referencia líneas anteriores, el reportero “coleó” con un texto que subtituló “El yunismo sigue en shock”.
Ahí dijo: “REFORMA publicó que resultado adverso para el PAN en el estado causó divisiones internas y hasta acusaciones de traición.
Panistas, perredistas e integrantes de MC, que conformaron la coalición ‘Por Veracruz al Frente’ advirtieron varios factores que llevaron a la debacle en las urnas.
No obstante, una destaca: la traición de operadores panistas que recibieron recursos para fortalecer las campañas de candidatos”.