Arturo Reyes Isidoro
Cedió, pero bajo presión. Finalmente, el gobernador Cuitláhuac García Jiménez aceptó reunirse con los grupos de madres buscadoras de sus hijos desaparecidos mañana jueves.
¿Quién o quiénes lo asesoran, si es que alguien lo hace? Algo que se pudo haber resuelto de la forma más simple y sencilla le deja un costo considerable por no haberlo hecho tan pronto se presentó el problema.
Lo deja ahora como un gobernador que tuvo que doblar las manos ante la protesta pública, como un gobernador débil o derrotado por no querer o no saber escuchar a su pueblo.
Si quisiera ser uno rigorista, diría que eso es imperdonable en un gobernador con prácticamente ya cinco años en el poder, durante los cuales debió haber aprendido ya los costos de no actuar con oportunidad.
Dentro de su situación de dolor difícil de superar, de todos modos, para los representantes e integrantes de los colectivos que buscan a sus desaparecidos, el recule del gobernador les levanta la moral, que necesariamente fortalecerá su lucha por encontrar a los suyos.
Lo que resulta inexplicable es por qué el gobernador originalmente había ofrecido atenderlos ¡hasta el día 24! Alegó cuestiones de agenda, prioridades, como si el dolor humano no estuviera por encima de cualquier otra consideración.
Lo que resulta inaudito es que al gobernador todavía no le caiga el veinte de que lo que haga o deje de hacer repercutirá a favor o en contra de quien busca sucederlo, en este caso la señora Rocío Nahle, a quien, por el mismo proceder de García Jiménez, su padrino, se dice que ella es y será más de lo mismo.
Cuando veo cosas así, no puedo retrotraerme al tiempo en que Miguel Ángel Yunes Linares fue secretario general de Gobierno en la administración del gobernador Patricio Chirinos.
Entonces no había todos los avances tecnológicos y cibernéticos que hoy conocemos y usamos, pero él supo cómo ingeniárselas para evitar a que a su jefe le estallara un solo acto de protesta o reclamo y que se manifestara en la vía pública.
Para eso tenía antenas humanas que recogían todo lo que se decía a lo largo y ancho del territorio, que enseguida que se publicaban, revisaban lo que se decía en los diarios y en la radio, y tan pronto tenían noticia de alguna protesta, procedían a desactivarla.
Así, por ejemplo, si grupos de Pánuco o de Las Choapas anunciaban que viajarían a Xalapa a protestar por alguna inconformidad, a la hora que fuera despachaba negociadores políticos para ir al encuentro de los líderes, atenderlos, y de ser necesario ofrecerles traerlos a Xalapa para dialogar con el propio Yunes o el gobernador, y todo se resolvía.
Pero, claro, estoy hablando de políticos profesionales, de servidores públicos de tiempo completo, de profesionales de la negociación, que evitaban el estallido de protestas y como consecuencia que se causara problemas a terceros, pero, además, que Veracruz ofreciera una mala imagen de desorden y caos a propios y extraños.
Hoy, haga lo que haga, diga lo que diga, resuelva lo que resuelva, el gobernador llegará el miércoles próximo a su quinto informe como una autoridad disminuida, carente de negociadores políticos, con peso y autoridad, al que la protesta pública obliga a hacer lo que se negaba o no quería hacer; en pocas palabras, derrotado.
En su caso y de todo su equipo, está más que claro que no han pasado de ser primerizos, que no han aprendido, que por su lejanía con el pueblo no lo aprendieron a conocer ni se sensibilizaron para estar en conjunción con él, y que creen que el respaldo de López Obrador les va a durar para siempre para sostenerlos.
Ayer publiqué cómo el gobernador incumplió con lo que ofreció respecto al tema de las víctimas de la inseguridad y de la violencia y de los desaparecidos, pero, además, cómo se resiste a reparar en algo su falta, al menos escuchando a los familiares de las víctimas.
Quién sabe qué tan contenta estará con él su más viable sucesora, Rocío Nahle, quien sería una inconsciente si no repara en que será ella quien pague en las urnas todo el desgobierno de Cuitláhuac y de su pandilla que lo secunda.
Por lo pronto, los familiares de los desaparecidos se apuntaron una importante victoria: obligan a que por lo menos el gobernador los escuche, porque pensar en otra solución es casi imposible.
Nueva temporada: regresa al circo de tres pistas: las comparecencias
El gobierno cuitlahuista entra ya en su último año de gestión. En tres semanas más entrará ya en cuenta regresiva y hubo cosas que se esperaba que cambiara pero deja todo igual, como el caso de las comparecencias.
El formato que heredó del PRI y del PAN lo deja intacto, hecho para simular que se rinden cuentas del quehacer y de los recursos públicos. Ni siquiera dejan la misma gata aunque revolcada.
Recién se acaba de anunciar el calendario de comparecencias de los secretarios de despacho, una vez que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez rinda su quinto y penúltimo informe de gobierno.
Supuestamente será para informar sobre el estado que guardan las dependencias, esto es, supuestamente para rendir al pueblo veracruzano, a través de sus supuestos representantes, los diputados, qué tanto hicieron para beneficiar al pueblo, cuánto costó y qué tan bien se han administrado los recursos públicos en obras y servicios.
Todo un circo, al viejo estilo del PRI. En contubernio, funcionarios y diputados harán como que hacen, como que piden cuentas y como que las rinden, todo un cantinfleo bien preparado para al final no decir nada, no rendir cuentas y taparse los unos y los otros la opacidad en la que chapotean.
Como los actuales decían que no eran iguales, se pensó que con ellos llegaría la verdadera transparencia, la auténtica rendición de cuentas, que cambiarían las viejas prácticas y que legarían un nuevo sistema en la que se daría cuenta de todo, en forma abierta.
Son más de lo mismo. Antes de comparecer, los funcionarios envían tarjetas a los diputados sobre lo que les deben de preguntar y los diputados a los funcionarios sobre lo que les van a cuestionar, de tal forma que preparan preguntas y respuestas a modo, algo que todos saben cómo se hace y con lo que van a salir.
Esa es la cuarta transformación: como en el Gatopardo, cambiar para seguir siendo lo mismo.
Pero se debe ser justo: al menos los priistas Marlon Ramírez y Anilú Ingram, en comparecencias pasadas, cuestionaron, denunciaron con pruebas y asumieron su papel de opositores responsables. Pero, ¡ay!, dos golondrinas no hacen verano.