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Siempre he creído que los mexicanos tenemos una visión muy particular de la muerte, que la entendemos y por ello la celebramos cada noviembre, sin embargo cuando presto un poco de atención al entorno, al día a día descubro que quizás la entendemos tan poco como el resto del mundo, quizás nuestra visión se enfoca en su folklore cuando no la sentimos cerca o cuando realmente ya pasó a nuestro lado pero hemos aprendido a dejarla ir.
Hagamos un ejercicio, toma unos minutos de tu tiempo y sal un día común a caminar por las calles, ¿notas como todo mundo va corriendo? ¿Observas los gestos de las personas en el carro? ¿quizás solo vislumbras algunos rostros agachados, ensimismados al teléfono? ¿o alguien que pasó derecho sin siquiera sonreír o saludar a su interlocutor del frente?, cualquiera que sea el lugar que hayas elegido tengo la certeza de que has visto alguno de los puntos que estaba describiendo, sobre todo si saliste un día entre semana. El vertiginoso ritmo de vida es un vaivén tan agitado que no nos permite vislumbrar los detalles de nuestra vida.
Todos tenemos metas, anhelos y sueños, de lo contrario no celebraríamos con tanto júbilo la llegada de un nuevo año, calendarizamos todo, nos llenamos de propósitos, pedimos múltiples deseos cuando soplamos a las velas de un pastel porque de alguna forma creemos en la infinidad del tiempo y olvidamos que en realidad nadie tiene la vida comprada, mucho menos en estas fechas en las que la inseguridad vive asechando a la puerta o en los que los avances de salud intentan ganarle la carrera a múltiples enfermedades. La gran mayoría dejamos que 24 horas corran sin siquiera agradecer la posibilidad de abrir los ojos, de caminar o sentir el cuerpo, porque todo ello lo damos por hecho.
Damos por hecho que será un día más lleno de pendientes en el trabajo, pero no importa seguimos y seguimos sin detenernos porque ya habrá tiempo de descansar, trabajamos como locos de lunes a viernes añorando el fin de semana para por fin respirar. ¡Pero espera! El fin de semana se dedica a los pendientes de la casa o a cubrir esa reunión familiar o de amigos cuando bien te va. Inicia nuevamente la semana, ya no quieres prender la tele o escuchar el radio, ni que decir de los periódicos o abrir Twitter en el celular porque el entorno siempre tiene algo trágico que contarnos. Vives en el estrés de la modernidad y con suerte haces un espacio en el calendario porque alguien dijo que todo se cura con una hora de gimnasio.
¡Alto! Todos necesitamos un respiro, un respiro con consciencia en el que cuando tomas aire puedes escuchar con atención tu latido, un respiro que te de seguridad, que permita olvidar las penas y disfrutar la oportunidad que tienes de un día más de vida. ¿Qué pasaría si te dijeran que hoy es el último día? Es la pregunta más trillada de la historia, el cliché de las películas y libros de superación, pero si la analizamos a detalle entenderemos el porqué de lo trillado, ¿En tu única vida que es lo único que no te quieres perder? Pregunta en una de sus obras Odín Dupeyron. Escuchar esa pregunta me hace pensar que aún si creemos en la reencarnación y otras oportunidades esta vida, este momento y este día es único, no se repetirá, ¿cómo lo estás ocupando? Si este fuera tu último instante, ¿a quién le dirías te quiero?, ¿con quién te gustaría estar? ¿qué te faltaría por hacer?, una vez respondido lo anterior, ¿por qué esperamos?, por qué si hay personas a quienes amamos tanto no les decimos, por qué si queremos cumplir nuestros sueños dejamos que pasé así el tiempo, o visto desde otro ángulo, si supieras que alguien más pronto dejará de estar contigo ¿le tratarías igual?.
“Recuerda que vas a morir, vive” es un libro escrito por un neurocirujano, con tan sólo 35 años de edad fue diagnosticado con cáncer de pulmón, él sabía que iba a morir y cada página de ese libro fue escrita mientras moría, explicando su búsqueda por entender qué es lo que realmente importa en la vida. Él murió a los 37 años, si decides leer el libro lo haces sabiendo y compartiendo con el autor el final, pero entendiendo que después de todo de eso se trata la vida. De disfrutar inmensamente pero también de aceptar el sufrimiento, porque las alegrías no llegan a pesar de éste sino por él. Sin esos momentos de agonía no podríamos entender la dicha de cada día.
Tenemos solo una vida como esta, probablemente haya otras, pero si existen seguramente serán muy distintas de la que tenemos hoy, así que respira, abre los ojos, agradece y comparte lo mejor de esta vida hoy y todos los días.