1) El cambio: los cambios en la sociedad mexicana son normales y hasta por inercia, aunque algo tiene que ver la acción de Gobiernos, la madurez social, la educación y el entorno internacional. Los cambios pueden ser positivos o negativos y ser resultado de los proyectos votados a los partidos políticos. Es un exceso demagógico pretender que solo es verdadero el cambio que alguien propone, interpretando como falsos los demás. La condición indispensable de los cambios es la participación organizada y constante de la ciudadanía; no basta votar, se debe tener una actitud vigilante y crítica en la vida pública. Pero lo más importante es el cambio individual y colectivo como sociedad civil, hasta en los detalles. Si uno no cambia para bien, si no es solidario, si no participa en los asuntos públicos, si no vota, si no se informa, etc., entonces lo demás, cualquier proyecto de cambio, será débil o quedará en las estructuras del poder.
1) Morena es movimiento?, es pregunta: su nombre lleva esa palabra y reiteradamente sus líderes y candidato presidencial hablan de su partido como movimiento; para todo invocan esa expresión, señalando que harán tal o cual cosa cuando triunfe su movimiento o que tales ideas o propuestas son del movimiento. Puede ser tan común escucharlos que no sería nada extraño que se asuma como tal y se repita inercialmente y sin dudarlo. Pues no, no es tal, no es movimiento, es un registro legal partidario y una sigla solamente, que funciona con una pequeña estructura dirigente y voceros en los órganos legislativos; no tiene presencia permanente en todo el territorio nacional. Sus actos de estos meses tienen que ver con la campaña presidencial, es decir, sus simpatizantes acuden para apoyar, sobre todo, a su candidato presidencial, pero que estén ahí o se compren playeras y gorras no es sinónimo de que sean parte de un movimiento. Pasadas las elecciones, lo vimos en el 88 y el 2006, el partido aludido volverá a sus niveles normales. La prueba simple para observarlos en su auténtica dimensión sería que sus candidatos a Gobernador, al Senado y a las diputaciones convocaran a actos propios; no es casual que su aspirante a la gubernatura iniciara su campaña con una carrera atlética, para no tener que mostrar su baja capacidad de convocatoria. Hay mucho de demagógico cuando se afirma qué tal o cual medida la tomaron porque así lo determinó su movimiento, siendo que, como tal, no existe. Es obvia la simulación. En esa línea su futuro es absolutamente incierto: si gana AMLO, se convertirán en el aparato oficial de la movilización popular pero, si pierden, corren el riesgo cierto de desintegrarse.
3) La guerra: la expresión del expresidente Calderón, en el sentido de que declaraba la guerra a los narcotraficantes y mandaba a las fuerzas armadas a cumplir funciones de policía, además de su fracaso, ha traído una utilización simplista y demagógica de ese término. Guerra como tal no existe y nunca existió, si acaso hay una mayor persecución a las bandas crimínales y un embate de éstas a todo tipo de autoridad y a la población en general. Para referirse a algún hecho de sangre es muy común que se le cargue a la cuenta de la supuesta guerra. Casos como el del triste y lamentable asesinato de los tres Jovenes de Jalisco, a pesar de sus públicas y aceptadas circunstancias, también se atribuyen a la imaginaria guerra. El problema de violencia criminal es demasiado complejo en nuestro país como para que se pretenda utilizar demagógica y oportunistamente en el actual proceso electoral. Se necesita visión de Estado, absoluta responsabilidad y un proyecto integral para superar esa terrible situación de violencia que tanto a desangrado a México. De entrada, deberían los aspirantes presidenciales y sus fuerzas políticas, subir el nivel a la hora de tocar esos temas y poner el acento en las coincidencias para encontrar una ruta común de salida al terror.
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Recadito: nadie me ha podido dar cuenta de la existencia o no de los informes del Diputado Federal con licencia Cuitlahuac García.