Celebrar la Navidad es dejar el egoísmo e individualismo para dar espacio a los demás

• El hombre moderno no tiene tiempo ni lugar para Dios, mucho menos le queda espacio para los niños, los pobres, los inmigrantes y los excluidos: Iglesia Católica.

Irineo Pérez Melo.- La Arquidiócesis de Xalapa consideró que celebrar la Navidad es una bella oportunidad para renovar el modo como vemos al mundo y como nos vemos nosotros mismos, dejar el egoísmo y el individualismo para dar un espacio a los demás y permitir que Dios entre en nuestro interior y lo purifique.
En el comunicado dominical emitido por la Oficina de Comunicación Social, destaca que el hombre moderno está muy ocupado o muy distraído en tantas banalidades que no tiene tiempo para los demás; no tiene tiempo para lo que es fundamental, tampoco tiene tiempo para Dios. Su pequeño mundo, son sus ocupaciones, sus intereses o sus distracciones.
Se recuerda el drama que presentan los textos bíblicos mencionados, el cual es también una realidad del presente: “No se tiene tiempo ni lugar para Dios. Lo que se refiere a Dios, nunca parece urgente ni tan necesario”.
“La agenda del hombre moderno está completamente ocupada. El hombre contemporáneo se ha llenado tanto de sí mismo que ya no le queda espacio para Dios. Y, si no existe espacio ni tiempo para Dios, tampoco queda espacio para los demás, para los niños, los pobres, los inmigrantes, los excluidos”, se añade.
Refiere que cuando el ser humano adopta esta conducta de olvido de lo divino o negación de lo trascendente lamentablemente aparecen los antivalores del reino de Dios, son todas aquellas cosas o actitudes que destruyen a las mismas personas y a la sociedad.
“El olvido de Dios trae los signos de la muerte como son las injusticias, el desprecio por la vida, el asesinato, el secuestro y todo tipo de expresiones de maldad”, se añade en el documento signado por el presbítero José Manuel Suazo Reyes.
Celebrar la Navidad es entonces una bella oportunidad para renovar el modo como vemos el mundo y el modo como nos vemos a nosotros mismos. Necesitamos abrir las puertas a Dios y a lo trascendente, dejar el egoísmo y el individualismo para dar un espacio a los demás y permitir que Dios entre en nuestro interior y lo purifique, se añade por último.